AGUA Y DERECHO:
Un asunto de justicia en comunidad con el planeta[1]
-Gobernanza y poder-
Foto Franco Ceballos Rosero. Reflejo sobre el agua (Mocondino) 2012.
Pensar
el agua debe ser algo prioritario para los habitantes de la ciudad en este
acontecer marcado, al decir de Sabato, por el desprecio a todo aquello que no
se ajuste a los valores impuestos desde las revoluciones burguesas y liberales
que moldearon nuestro mundo con guerra y comercio desmedido a lo largo de los
siglos precedentes, sin que en este siglo 21 parezca que esa lógica haya
cambiado más allá de un discurso formal contradicho por las lógicas de los
señores de la guerra. Algo tan vital como el agua generalmente pasa
desapercibida para la mayor parte de los habitantes de las ciudades, quienes
han perdido su relación visual y espiritual con la misma, marginándose de su
manejo a través de terceros, generalmente bajo la forma de empresas, muchas de
ellas fuentes de cuotas burocráticas y con administradas con criterio
empresarial.
El agua
y su manejo han implicado, desde siempre, acuerdos mínimos entre los seres
humanos, es decir, mínimos de justicia en comunidad sobre la forma de acceder y
distribuir el agua entre todos, desde las altas castas hasta los esclavos,
desde los primeros tiempos del hombre hasta los del Lciudadano libreL. Aun
los más sanguinarios pueblos debieron destinar buena parte de sus esfuerzos en
mantener los flujos de agua constantes en las ciudades y campos, tanto para los
cultos como para la vivienda de las clases reales, sacerdotales, militares y
sus cortes que moraban en las urbes. Este poder sobre las aguas fue decisivo a
lo largo de la historia, ya que de allí derivaron los poderes mito-políticos
que configuraron gran parte de los imaginarios sociales y las formas jurídicas de
muchos pueblos de pensamiento acuático: fluido, móvil, inmutable, eterno, estático, contradictorio,
cíclico, como los pueblos andinos, hijos del agua como fuerza
espiritual y política para la vida.
Miles
de dioses y fuerzas míticas habitan en el agua desde tiempos inmemoriales en
todos los pueblos de la Tierra, siendo importantes en la armonización del mundo
en todas las culturas a lo largo de la historia por la carga de significación
que encierra. Así lo recuerda la memoria de los jenoyes en los entornos del
volcán Galeras, que ante la adversidad ciega del derecho y la ciencia,
respondieron desde sus imaginarios nutridos por la fuerza del agua, ya que al decir
de Don Juanito, el Galeras no sólo es de fuego, sino de agua, y el Galeras es
el Taita, el amigo, el protector, el benefactor primordial. Así recuerda la
memoria colectiva su resistencia comunitaria ligada al poder de las aguas[2]:
Otra cosa vea, que también conversaba mi abuelita,
había habido unos pobres cuidadores aquí, en jenoy, y esos pobres cuidadores
estaban, no descontaban el medio, no alcanzaban a descontar el medio, porque
eran conciertos aquí en Jenoy, de unos ricos, entonces vino y llovió fuertísimo,
fuertemente llovió, y cuando al llover cayó un rayo, ¿no?, cayó un rayo y al
caer ese rayo vino y cayó un niño, cayó un niño, y ese señor, como no fue bobo,
ligerito lo cogió en un lienzo y lo metió en un’olla, y apenas pasó el rayo él
cogió y le echó salsita aquí y acá atrás, se fue donde el padre y lo hizo
bautizar, y acá a tras, en la espalda y en el pecho decía, que donde había
caído el rayo no había de salir nadie de aquí, que él era el dueño, que donde
había caído el rayo era dueño Jenoy y se llamaba el niño Juan Criollo, por eso
quedamos los criollos (IADAP,
2008)[3].
Foto Darío Tupaz. Petroglifo en Jenoy, sitio Tomates,
vereda Aguapamba. Archivo IADAP (2008)
En el
mismo sentido, según investigaciones del
profesor Luís Guillermo Vasco (1997), los guambianos conciben el origen de su
mundo también en el agua como forma de resistencia:
Los guambianos somos nacidos de aquí, de la naturaleza como nace
un árbol, somos de aquí desde siglos, de esta raíz. Nuestros mayores lo saben
hoy como lo han sabido siempre; saben que no somos traídos, por eso hablan así:
Primero fue la tierra y junto con ella estaba el agua... y en las cabeceras de las sabanas eran las lagunas, grandes lagunas. La mayor de todas, un hueco muy profundo situado en el centro de la sabana, era la de Nupisu o Piendamú, en el centro de la sabana, del páramo, como una matriz, como un corazón. El agua es vida.
Primero eran la tierra y el agua. También había ciénagas y barriales que recogían muchas aguas y se unían con las lagunas. Las aguas nacían de los ojos de agua que quedaban en el centro, y todas se iban reuniendo para formar un río grande que corría hacia abajo. El agua no es buena ni es mala. De ella resultan cosas buenas y cosas malas.
biocultajardinmisak.blogspot.com
Ya
desde los primeros cronistas se hablaba del origen mítico de los hombres
andinos ligado a la fuerza del agua, de donde emergen los dioses, la autoridad,
el poder, la justicia, la vida y la muerte. Osvaldo Granda (2006, pp 17) habla
de la relación del hombre andino con el poder de las aguas, trayendo a colación
los textos dejados por los cronistas de indias Juan de Betanzos (1551),
Sarmiento de Gamboa (1572) y Santacruz de Pachacuti (15…), que dan cuenta,
desde el comienzo, de la relación del hombre con el entorno natural, en
especial con las fuentes y flujos de agua, donde moran los espíritus. Uno de
los textos citados en Mito y arte indígena en los andes de Granda dice:
En los tiempos antiguos dicen ser la tierra e
provincias de Pirú oscura y que en ella no había ni lumbre ni dìa y que había
cierto señor que la mandaba y a quien ella era sujeta del nombre de esta gente
y del señor que la mandaba no se acuerdan y en estos tiempos que esta tierra
era toda noche dicen que salió de una laguna que es a esta tierra del Perú en
la provincia que dicen de Colla suyo un señor que llamaron Contiti Viracocha el
cual dicen haber sacado consigo cierto número de gente del cuál número no se
acuerdan y cómo este hubiese salido desta laguna fuese de allí a un sitio que
junto a esta laguna está donde hoy día es un pueblo que llaman Tiguanaco (…)
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Los
habitantes del valle de Sibundoy (Putumayo), siguiendo esta constante del
trayecto andino, consideran que el origen de su mundo también estuvo en las
aguas, las que escaparon de su valle e inundaron la actual laguna de la Cocha,
producto de dos amancebados que huían de su pueblo por su condición, enmarcando
su historia dentro de sus propios criterios de verdad, que en nada tienen por
qué acercarse a los criterios de verdad impuestos desde occidente, tal y como
el profesor Vasco (2010) lo recuerda del Taita Lorenzo Muelas, que ante la
afirmación de un asistente a un encuentro en la Universidad Nacional de que el
origen del hombre americano estaba establecido por la teoría de la migración
por el estrecho de Bering, respondió:
Eso lo tiene
establecido usted y cree en ello, pero nosotros tenemos establecida otra cosa: que
somos originarios, y en eso se fundamentan nuestra existencia actual, nuestra
lucha y la organización de nuestra vida. Nuestra ciencia nos dice que somos
originarios. Esa ciencia que han tenido acallada durante 500 años, pero que
ahora ha vuelto a hablar y no estamos dispuestos a que quede en silencio otra
vez.
El
poder y la autoridad vienen del agua a través de imaginarios sociales presentes
en muchas de las sociedades rurales que manejan sus propios acueductos, que han
tenido que trabajar hombro a hombro mediante la acción comunitaria
materializada en la minga, tanto para tener agua como para conservarla. Uno de
los primeros asuntos de justicia, el manejo del agua, ha tenido en los
acueductos comunitarios la continuidad viva del manejo milenario ancestral, en
la que el agua era no sólo el lugar para la vida, sino también para la muerte
de todos los seres del planeta, ya que el hombre, por fin, vislumbra entre
penumbras que no sólo él puede ser objeto de derechos[4].
[1] Autor Franco Alirio Ceballos
Rosero. franco.ceballosr@campusucc.edu.co. Facultad de
Derecho/Centro de Investigaciones Socio Jurídicas. Consultorios Jurídicos
Solidarios (Clínicas jurídicas). Universidad Cooperativa de Colombia, sede
Pasto. Trabajo enmarcado dentro del proyecto de grado Discursos etnoliterarios y propuestas
político-jurídicas. Maestría en Etnoliteratura, Universidad de Nariño.
[2] El
caso de Jenoy es sumamente complejo, pues implica la resistencia a dos de los
pilares políticos que configuran nuestro mundo contemporáneo: la ciencia, representada en los
dictámenes de Ingeominas, y el
derecho, representado en los decretos presidenciales 4106 de 2005 y
3905 de 2008, hoy derogados por la ley 1523 de 2012 sobre gestión del riesgo,
aunque la directriz central es continuar con los fundamentos que dieron origen
a los decretos antedichos mediante nuevos mecanismos jurídicos surgidos a
partir de la ley antedicha. Para comprender mejor la problemática en Jenoy
seguir este enlace http://www.youtube.com/watch?v=kqlTx4vKDFg
(Representaciones sociales de comunidad. Trabajo de grado de Elizabeth Ojeda,
Maestría en Etnoliteratura, Universidad de Nariño)
[3] El territorio de Jenoy,
como el de otros pueblos asentados en las JfaldasJ del volcán Galeras,
tiene una concepción vertical del territorio, y probablemente del poder, ya que
generalmente hacia la cumbre del volcán están los espíritus más poderosos,
asociados a la idea del poder del fuego, de la luz violenta de las tempestades
(rayo) que el agua desata cuando baja hacia la tierra. Allá en la cumbre mora,
según Don Juanito, el Manuel, o el diablo, o el espíritu que cuida el Galeras,
según Don José Yaqueno, gobernador. Allá en las alturas no sólo está el fuego,
sino el agua, que baja por múltiples caminos, dibujando el rostro impreciso de
un territorio heterogéneo. El volcán, como recuerdan sus pobladores, no sólo es
de fuego, sino de agua, no sólo macho, sino hembra en relación con otras
montañas, como la del Morasurco, asociada también al poder de las agua por el
decir popular: Morasusrco nublado,
pastuso mojado.
[4] Es importante señalar
que el estudio del derecho, en este punto, avanza hacia horizontes que
desbordan los parámetros actuales sobre justicia, extendiéndolos más allá de
las fronteras antropocéntricas. Ecuador avanzó en el año 2008 hacia la
consagración de los derechos de la naturaleza, un paso importante en la visión
de creer que las formas jurídicas sólo deben abarcar al ser humano. Ya no sólo
se trata de derechos humanos, sino de derechos de los otros seres naturales,
incluida el agua, bajo el concepto ancestral del buen vivir (Sumak
Kwsay). Este punto de vista se ampliará en otro texto, pero podemos afirmar con
claridad que las viejas fronteras académicas del derecho deben ser replanteadas
más allá del antropocentrismo.
realismo mágico autoctono
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