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martes, 30 de octubre de 2012

Perfil inicial de algunos conflictos por el agua en Nariño

OBONUCO (Pasto)

El pasado 6 de agosto de 2012 se realizó el acompañamiento solidario de la Universidad Cooperativa de Colombia al movimiento de los acueductos comunitarios, que resisten por mantener la autonomía en el manejo del agua, ateniéndose a la importancia del misma no sólo para la vida planetaria, sino para la política de los hombres.

Al igual que en muchos corregimientos de Pasto, en Obonuco existe un proceso de re-idigenización como respuesta ante la injusticia, en una suerte de inversión de una supuesta historia  lineal que creyó haber superado el pensamiento indígena en muchos lugares.

El gobernador del Cabildo, Don Efren Achicanoy puso en conocimiento de Consultorios Jurídicos de la Universidad Cooperativa de Colombia el grave problema ambiental que enfrenta su territorio por causa del acueducto para la ciudad de Pasto.
El conflicto pasa porque la ciudad de Pasto toma de la microcuenca de Mijitayo, toda el agua para el consumo humano, perpetrando, según Don Efren, un enorme daño ecológico al territorio de los obonucos.

CHAGUARURCO (La Unión)

La señora Ruth Alicia Rosero, de la Asociación y Progreso de la Junta de Acueducto de la Vereda Chaguarurco, busca la declaración del Cerro Jacobo como Reserva Forestal, dado que en su cuerpo nace el agua y el axígeno para muchos popladores del municipio de la Unión.

LA COCHA (Arboleda-Berruecos)

El señor Orlando Díaz colocó en consideración de Consultorios Jurídicos de la Universidad Cooperativa de Colombia un hecho trágico desde el punto de vista del comunitarismo: su acueducto pasó a manos de Aguas del Roble SAS ESP. Además de lo obvio, la pérdida de autonomía política en el manejo del agua, la preocupación de los habitantes del sector se centra en las concesiones y explotaciones mineras existentes en la región.

Flow (Bonus)

martes, 9 de octubre de 2012

AGUA Y DERECHO


AGUA Y DERECHO:
Un asunto de justicia en comunidad con el planeta[1]
-Gobernanza y poder-
Foto Franco Ceballos Rosero. Reflejo sobre el agua (Mocondino) 2012.

Pensar el agua debe ser algo prioritario para los habitantes de la ciudad en este acontecer marcado, al decir de Sabato, por el desprecio a todo aquello que no se ajuste a los valores impuestos desde las revoluciones burguesas y liberales que moldearon nuestro mundo con guerra y comercio desmedido a lo largo de los siglos precedentes, sin que en este siglo 21 parezca que esa lógica haya cambiado más allá de un discurso formal contradicho por las lógicas de los señores de la guerra. Algo tan vital como el agua generalmente pasa desapercibida para la mayor parte de los habitantes de las ciudades, quienes han perdido su relación visual y espiritual con la misma, marginándose de su manejo a través de terceros, generalmente bajo la forma de empresas, muchas de ellas fuentes de cuotas burocráticas y con administradas con criterio empresarial.

El agua y su manejo han implicado, desde siempre, acuerdos mínimos entre los seres humanos, es decir, mínimos de justicia en comunidad sobre la forma de acceder y distribuir el agua entre todos, desde las altas castas hasta los esclavos, desde los primeros tiempos del hombre hasta los del Lciudadano libreL. Aun los más sanguinarios pueblos debieron destinar buena parte de sus esfuerzos en mantener los flujos de agua constantes en las ciudades y campos, tanto para los cultos como para la vivienda de las clases reales, sacerdotales, militares y sus cortes que moraban en las urbes. Este poder sobre las aguas fue decisivo a lo largo de la historia, ya que de allí derivaron los poderes mito-políticos que configuraron gran parte de los imaginarios sociales y las formas jurídicas de muchos pueblos de pensamiento acuático: fluido, móvil, inmutable, eterno, estático, contradictorio, cíclico,  como los pueblos andinos, hijos del agua como fuerza espiritual y política para la vida.

Miles de dioses y fuerzas míticas habitan en el agua desde tiempos inmemoriales en todos los pueblos de la Tierra, siendo importantes en la armonización del mundo en todas las culturas a lo largo de la historia por la carga de significación que encierra. Así lo recuerda la memoria de los jenoyes en los entornos del volcán Galeras, que ante la adversidad ciega del derecho y la ciencia, respondieron desde sus imaginarios nutridos por la fuerza del agua, ya que al decir de Don Juanito, el Galeras no sólo es de fuego, sino de agua, y el Galeras es el Taita, el amigo, el protector, el benefactor primordial. Así recuerda la memoria colectiva su resistencia comunitaria ligada al poder de las aguas[2]:

Otra cosa vea, que también conversaba mi abuelita, había habido unos pobres cuidadores aquí, en jenoy, y esos pobres cuidadores estaban, no descontaban el medio, no alcanzaban a descontar el medio, porque eran conciertos aquí en Jenoy, de unos ricos, entonces vino y llovió fuertísimo, fuertemente llovió, y cuando al llover cayó un rayo, ¿no?, cayó un rayo y al caer ese rayo vino y cayó un niño, cayó un niño, y ese señor, como no fue bobo, ligerito lo cogió en un lienzo y lo metió en un’olla, y apenas pasó el rayo él cogió y le echó salsita aquí y acá atrás, se fue donde el padre y lo hizo bautizar, y acá a tras, en la espalda y en el pecho decía, que donde había caído el rayo no había de salir nadie de aquí, que él era el dueño, que donde había caído el rayo era dueño Jenoy y se llamaba el niño Juan Criollo, por eso quedamos los criollos (IADAP, 2008)[3].
Foto Darío Tupaz. Petroglifo en Jenoy, sitio Tomates, vereda Aguapamba. Archivo IADAP (2008)

En el mismo sentido,  según investigaciones del profesor Luís Guillermo Vasco (1997), los guambianos conciben el origen de su mundo también en el agua como forma de resistencia:

Los guambianos somos nacidos de aquí, de la naturaleza como nace un árbol, somos de aquí desde siglos, de esta raíz. Nuestros mayores lo saben hoy como lo han sabido siempre; saben que no somos traídos, por eso hablan así:

Primero fue la tierra y junto con ella estaba el agua... y en las cabeceras de las sabanas eran las lagunas, grandes lagunas. La mayor de todas, un hueco muy profundo situado en el centro de la sabana, era la de Nupisu o Piendamú, en el centro de la sabana, del páramo, como una matriz, como un corazón. El agua es vida.

Primero eran la tierra y el agua. También había ciénagas y barriales que recogían muchas aguas y se unían con las lagunas. Las aguas nacían de los ojos de agua que quedaban en el centro, y todas se iban reuniendo para formar un río grande que corría hacia abajo. El agua no es buena ni es mala. De ella resultan cosas buenas y cosas malas.
biocultajardinmisak.blogspot.com

Ya desde los primeros cronistas se hablaba del origen mítico de los hombres andinos ligado a la fuerza del agua, de donde emergen los dioses, la autoridad, el poder, la justicia, la vida y la muerte. Osvaldo Granda (2006, pp 17) habla de la relación del hombre andino con el poder de las aguas, trayendo a colación los textos dejados por los cronistas de indias Juan de Betanzos (1551), Sarmiento de Gamboa (1572) y Santacruz de Pachacuti (15…), que dan cuenta, desde el comienzo, de la relación del hombre con el entorno natural, en especial con las fuentes y flujos de agua, donde moran los espíritus. Uno de los textos citados en Mito y arte indígena en los andes de Granda dice:

En los tiempos antiguos dicen ser la tierra e provincias de Pirú oscura y que en ella no había ni lumbre ni dìa y que había cierto señor que la mandaba y a quien ella era sujeta del nombre de esta gente y del señor que la mandaba no se acuerdan y en estos tiempos que esta tierra era toda noche dicen que salió de una laguna que es a esta tierra del Perú en la provincia que dicen de Colla suyo un señor que llamaron Contiti Viracocha el cual dicen haber sacado consigo cierto número de gente del cuál número no se acuerdan y cómo este hubiese salido desta laguna fuese de allí a un sitio que junto a esta laguna está donde hoy día es un pueblo que llaman Tiguanaco (…)
wwwlaura-va.blogspot.com

Los habitantes del valle de Sibundoy (Putumayo), siguiendo esta constante del trayecto andino, consideran que el origen de su mundo también estuvo en las aguas, las que escaparon de su valle e inundaron la actual laguna de la Cocha, producto de dos amancebados que huían de su pueblo por su condición, enmarcando su historia dentro de sus propios criterios de verdad, que en nada tienen por qué acercarse a los criterios de verdad impuestos desde occidente, tal y como el profesor Vasco (2010) lo recuerda del Taita Lorenzo Muelas, que ante la afirmación de un asistente a un encuentro en la Universidad Nacional de que el origen del hombre americano estaba establecido por la teoría de la migración por el estrecho de Bering, respondió:

Eso lo tiene establecido usted y cree en ello, pero nosotros tenemos establecida otra cosa: que somos originarios, y en eso se fundamentan nuestra existencia actual, nuestra lucha y la organización de nuestra vida. Nuestra ciencia nos dice que somos originarios. Esa ciencia que han tenido acallada durante 500 años, pero que ahora ha vuelto a hablar y no estamos dispuestos a que quede en silencio otra vez.

El poder y la autoridad vienen del agua a través de imaginarios sociales presentes en muchas de las sociedades rurales que manejan sus propios acueductos, que han tenido que trabajar hombro a hombro mediante la acción comunitaria materializada en la minga, tanto para tener agua como para conservarla. Uno de los primeros asuntos de justicia, el manejo del agua, ha tenido en los acueductos comunitarios la continuidad viva del manejo milenario ancestral, en la que el agua era no sólo el lugar para la vida, sino también para la muerte de todos los seres del planeta, ya que el hombre, por fin, vislumbra entre penumbras que no sólo él puede ser objeto de derechos[4].
Don Juanito y Don José: Curso de formación humanística, Universidad de Nariño (2008)


[1] Autor Franco Alirio Ceballos Rosero. franco.ceballosr@campusucc.edu.co. Facultad de Derecho/Centro de Investigaciones Socio Jurídicas. Consultorios Jurídicos Solidarios (Clínicas jurídicas). Universidad Cooperativa de Colombia, sede Pasto. Trabajo enmarcado dentro del proyecto de grado Discursos etnoliterarios y propuestas político-jurídicas. Maestría en Etnoliteratura, Universidad de Nariño.
[2] El caso de Jenoy es sumamente complejo, pues implica la resistencia a dos de los pilares políticos que configuran nuestro mundo contemporáneo: la ciencia, representada en los dictámenes de Ingeominas, y el derecho, representado en los decretos presidenciales 4106 de 2005 y 3905 de 2008, hoy derogados por la ley 1523 de 2012 sobre gestión del riesgo, aunque la directriz central es continuar con los fundamentos que dieron origen a los decretos antedichos mediante nuevos mecanismos jurídicos surgidos a partir de la ley antedicha. Para comprender mejor la problemática en Jenoy seguir este enlace http://www.youtube.com/watch?v=kqlTx4vKDFg (Representaciones sociales de comunidad. Trabajo de grado de Elizabeth Ojeda, Maestría en Etnoliteratura, Universidad de Nariño)
[3] El territorio de Jenoy, como el de otros pueblos asentados en las JfaldasJ del volcán Galeras, tiene una concepción vertical del territorio, y probablemente del poder, ya que generalmente hacia la cumbre del volcán están los espíritus más poderosos, asociados a la idea del poder del fuego, de la luz violenta de las tempestades (rayo) que el agua desata cuando baja hacia la tierra. Allá en la cumbre mora, según Don Juanito, el Manuel, o el diablo, o el espíritu que cuida el Galeras, según Don José Yaqueno, gobernador. Allá en las alturas no sólo está el fuego, sino el agua, que baja por múltiples caminos, dibujando el rostro impreciso de un territorio heterogéneo. El volcán, como recuerdan sus pobladores, no sólo es de fuego, sino de agua, no sólo macho, sino hembra en relación con otras montañas, como la del Morasurco, asociada también al poder de las agua por el decir popular: Morasusrco nublado, pastuso mojado. 
[4] Es importante señalar que el estudio del derecho, en este punto, avanza hacia horizontes que desbordan los parámetros actuales sobre justicia, extendiéndolos más allá de las fronteras antropocéntricas. Ecuador avanzó en el año 2008 hacia la consagración de los derechos de la naturaleza, un paso importante en la visión de creer que las formas jurídicas sólo deben abarcar al ser humano. Ya no sólo se trata de derechos humanos, sino de derechos de los otros seres naturales, incluida el agua, bajo el concepto ancestral del buen vivir (Sumak Kwsay). Este punto de vista se ampliará en otro texto, pero podemos afirmar con claridad que las viejas fronteras académicas del derecho deben ser replanteadas más allá del antropocentrismo.