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martes, 11 de septiembre de 2012

EL AGUA EN LA HISTORIA Devenir del agua en las civilizaciones Arturo Cifuentes Toro


La relación de las civilizaciones con el medio natural, presenta muchos interrogantes que han sido analizados desde diferentes niveles de importancia; el investigador sobre ecología de las civilizaciones antiguas, Donald Hughes, por ejemplo considera, en torno a las preguntas que se generan en la actualidad sobre la temática, tres que pueden ser básicas y centrales: “La primera sería la influencia del medio sobre el desarrollo de las civilizaciones, la segunda las actitudes humanas con respecto a la naturaleza y la tercera el efecto de las civilizaciones sobre el medio natural.”

En la antigüedad los esfuerzos humanos por el manejo, utilidad y efectos que los volúmenes de agua producían, llevaron a verdaderos cuestionamientos y a la búsqueda de alternativas ante el fracaso de su manipulación. El panteón de los pueblos antiguos es fuerte evidencia de ello, se generalizaban ciertas deidades protectoras ante la impotencia de los hombres para beneficiarse de las aguas represadas o controladas. Siendo el agua una de las fuentes mágicas y generadora de vida; manejarla, almacenarla y protegerla fue prioridad vital para dignatarios y sacerdotes, así, los pueblos aprendieron que al corromperla fenecerían y serían presa de la pobreza. Casos concretos se pueden apreciar en la historia escrita sobre la antigua Babilonia y pueblos localizados en la Media Luna de la fertilidad del Asia Menor, donde cada ciudad estado fue concebida, en alguna medida, para albergar y ser la mansión terrenal de alguno de los dioses que regían el mundo. En la antigua ciudad de Eridu, a orillas del golfo Pérsico, anotaba el mitólogo Joseph Campbell, habitaba para los nativos el dios – agua, Enki o E a él de acuerdo con la historia se le construyó un templo levantado sobre una extensa terraza de 183 metros de longitud por 110 metros de ancho, con sus cuatro ángulos orientados hacia los puntos cardinales, elevándose en un inmenso recinto dentro del cual numerosos edificios subsidiarios, albergaban a un activo clero administrativo, agrega Campbell que la montaña simbólica de adobe y ladrillo sostenía en su cúspide el palacio del dios.

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